LA MISHIGUENE DE LA CARPA 4


Ha dicho Sebastián Kirszner que cuando se proyecta un espectáculo teatral, al comenzar los ensayos entre actores, autor del texto y director, se descubre que hay algo o que debe haber algo de química entre los mismos. El mayor riesgo de ese descubrimiento es que quizás la cosa no suceda.
Por suerte y para beneplácito de los espectadores la concreción escénica de la “Mishiguene. O loquita, de la carpa 4”, reúne todos los condimentos para transformarla en un hallazgo artístico y un espectáculo de real trascendencia , por la enorme interrelación entre los componentes de la idea y la comprensión que de ella los mismos lograron.
Los últimos textos de Sebastián Kirszner se adentran en el universo judío, pero su asombrosa virtud es haber logrado que sus personajes y sus vivencias se universalicen. El Ciclo Mandelbaun y la Shikse, son prueba de ello. Aquí vuelve a insertarse dentro de la colectividad, pero nuevamente la traspasa y la Laura, el personaje central, es una típica mujer israelita gustosa de su ascendencia, tremendamente hipocondríaca. Pero es de destacar que hay muchísimas mujeres con los vaivenes psíquicos como los de ella en cualquier nacionalidad.
La obra transcurre en una playa de Miramar, lugar históricamente elegido por una parte importante de la comunidad. Laura veranea desde hace muchos años en el mismo balneario y en el mismo número de carpa frente al mar. Lleva consigo una asignatura pendiente y este año está perdidamente decidida a poderla concretar. Está tremendamente enamorada del bañero de siempre y está dispuesta a todo para conseguirlo.
Un desopilante humor es la constante en la obra y a través del mismo se indaga en la personalidad de esta mujer adentrada en años, de una clase media muy acomodada, llena de traumas y temores de todo tipo.
Su niñez, su relación familiar y sus deseos incumplidos van apareciendo y desnudando su personalidad frustrada pero ambiciosa. Y es así como el autor a través de su personaje desmenuza ciertas falencias e hipocresías del universo judaico pero siempre con altísimo respeto, ateniéndose a la tradición de la cultura idishista europea, de reírse de sus o con sus tragedias y de esa forma poder sobrellevarlas.
Dramaturgo y director concretaron otros trabajos en común y se conocen bien, quizás ello ha permitido elaborar este espectáculo muy ilustrativo de muchas de las falencias que llevamos nosotros los humanos.
Una de las claves del humor es revelar la verdad sobre algo y otra es revelar el lado estúpido de algo. Mucho de ello se puede apreciar en la puesta, pues a través de la ironía se nos demuestra la estupidez de ciertos
comportamientos de nuestra sociedad.
La dirección de Matías Puricelli tiene un ritmo, casi diría, musical sincopado, con dinamismo realmente brillante, sin dejar caer en exageraciones a quienes da vida a los personajes.
La actuación de Mirta Wons es de una jerarquía actoral admirable. Maneja los tiempos los climas como si en realidad estaría contando su propia vida.Es como si la ficción se convirtiera en realidad. Un poco la dirección y otro poco su talento actoral dotan a su personaje todos los matices necesarios que el mismo requería. Muy bien acompañada por Daniel Ibarra y Federico Lomba que le permiten Mirta Wons sacar a relucir todo su histrionismo y sus impactantes recursos actorales.
Esta vez la química funcionó y al más alto nivel

JAIME TARASOW AM 1580 TRADICION

METODO KAIROS_Mayo 2018




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