AÑOS DIFÍCILES

 

La estupenda plasmación artística de la obra de Tito Cossa, AÑOS DIFÍCILES concretada con una sutil pero eficiente dirección de Eduardo “Cholo” Ruderman, me permitió algunas reflexiones sobre el teatro.

Este maravilloso arte, es una experiencia única que desarrolla y potencia la capacidad de juego que tienen todos los que se adentran en él.-

Hay quienes sostienen que no hay que hacer teatro pensando mucho en el personaje, sino que pensarlo cuando se lo interpreta. El mismo es vida, es pasión, es intensidad dramática y esas virtudes le permiten transitar distintas características, como en este caso, una visión teatral del absurdo.

Esta obra dada a conocer hacia fines del siglo 20, según su autor, es un grotesco moderno y coincidimos con tal definición porque lo que se dice y sucede en ella, tiene hoy plena actualidad a pesar de los cambios políticos y sociales de entonces a hoy, pues el nefasto machismo sigue aún vigente.

La magia del teatro ha logrado algo inédito, que el que está espectando no sea sólo un espectador sino un testigo cómplice de lo que le están presentando, permitiéndole identificarse o no con los personajes.

La historia es sencilla, en apariencia, pero muy aguda e indagatoria sobre las contradictorias reacciones de las relaciones humanas contadas desde el absurdo y el grotesco.

Dos hermanos, docentes comparten además de una casona en un barrio de ésta capital, una mujer que es esposa de uno y cuñada y amante del otro, realizando todos los quehaceres domésticos. Todo en ellos es triste y rutinario, jubilados sin objetivos, más que dejar pasar los días.

Los dos hermanos ya muy mayores no tienen conflictos en tal existencia en compartir a la mujer, como la casa . Lo único que los separa es que uno es amante de radiofonía y el otro de la tv en blanco y negro.

Solo ven y escuchan programas intrascendentes, son dependientes del consumo mediático que no hacen más que vaciar sus mentes y algo aún, que no han encontrado en la vida.

Hasta aquí todo es gris con dos seres que comienzan a ser despreciables cuando aparece un cuarto personaje que está buscando hace 40 años a su padre. Su madre acaba de morir y le confiesa que uno de los dos es su padre. Los pasados de ambos hermanos no fueron del todo cristalinos. A través de esta presencia se develarán los errores cometidos.

Aquí Cossa saca a relucir el ignominioso negacionismo que se está adentrando en nuestra sociedad. Una crítica a la patriarcal conformación de la familia, como al machismo culposo inherente.

Negacionismo de los hermanos a su condición de judíos por indicación paterna, negación al reconocimiento de la paternidad, y aceptando que tuvieron relaciones sexuales ocasionales con su madre.

La mirada del autor subliminalmente se introduce en la violencia de género y en la degradación de las mentes que la prensa amarilla y la llamada independiente, dominadores de la comunicación tan afectas a las “fake news”, noticias falsas, (que no son un invento de los medios nuestros de mayor difusión), sino que la inventaron durante el nazismo y el nefasto Goebbels con su dicho que “ una mentira dicha o escrita una vez es sólo una mentira, pero la misma reiterada permanentemente termina convirtiéndose en una verdad”. Y hoy y aquí la estamos sufriendo.

La diferencia al presente es que entonces nadie las desmentía, había silencio total, el desafío actual es el no callar y denunciar a quienes escriben mentiras que parecen verdades.

El final es trágico como si la venganza fuese la solución y el espectador es el que lo dilucida, si es justo o no, y si un reconocimiento de culpa pudo haberla evitado.

Todo el espectáculo es de una jerarquía sumamente destacable comenzando con la faz técnica y las impecables interpretaciones de Cecilia Labourt- Antonio Regueiro- Osvaldo Bermúdez y Nestor Villa, que las van viviendo a medida que van transcurriendo este vibrante grotesco.


JAIME TARASOW.- AM1580 TRADICIÓN.-

TEATRO CELCIT.- MORENO 431.-


Ficha técnico artística

Autoría:
Roberto Tito Cossa
Actúan:
Osvaldo Bermúdez, Cecilia Labourt, Antonio Regueiro, Nestor Villa
Espacio escénico:
Héctor Calmet
Música:
Fernando Dieguez
Diseño De Iluminación:
Marcelo Cuervo
Asistencia:
Laura Aparici, Damian Rojas
Coreografía:
Mecha Fernández
Dirección:
Eduardo Ruderman






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